Editoralia
Reseña ‘El viaje de la memoria’, de Miguel Carrasco Reseña ‘El viaje de la memoria’, de Miguel Carrasco
La guerra civil española fue un acontecimiento crudo e inexplicable que enfrentó a hijos de un mismo país. Mucho se ha escrito sobre esa... Reseña ‘El viaje de la memoria’, de Miguel Carrasco

La guerra civil española fue un acontecimiento crudo e inexplicable que enfrentó a hijos de un mismo país. Mucho se ha escrito sobre esa época, desde todos los puntos de vista, y mucho se ha expuesto también en otras artes. Especialmente, en la pintura y en el cine, donde encontramos una obra infinita que intenta retratar tal agonía y sufrimiento. El viaje de la memoria, de Miguel Carrasco, es una de esas historias que toman como punto central la Guerra Civil, pero desde un punto de vista renovado, fresco.

Publicar un libro es mucho más que contar una historia. En este caso, Ángel Espinosa, un estudiante español de 21 años, decide marchar en 1974 a la ciudad francesa de Brest. Pretende así evitar la persecución policial tras su participación en el movimiento estudiantil antifranquista al tiempo que continua su carrera en Historia. Allí vivirá con Isidro, el primo de su madre, Antonio y Louise (padre e hija de Isidro respectivamente). Al principio, Ángel se sentirá protagonista de un cuento de hadas: una familia, un trabajo y un nuevo amor. No obstante, las investigaciones que está realizando para su tesis sobre el exilio español junto con las intrigas del vicecónsul llevarán a Ángel a descubrir la verdad sobre la muerte de su padre. Este era un guerrillero español y parece que Antonio es el responsable de su trágico destino. Mentiras, traiciones y una realidad que aclama justicia son los principales ingredientes de esta apasionante novela.

Brest es el escenario testigo de una vida que se muestra como un cuadro de claroscuro. Por una parte, vemos a Ángel feliz con sus primos, la buena acogida que tiene allí tanto a nivel personal como profesional. Todo parece ir sobre ruedas. Por otra parte, el pasado empieza a abrirse camino, a tirar la puerta abajo sin ni siquiera haber llamado. Porque aquello que queda atrás sin ser resuelto acaba volviendo y cayendo como agua helada sobre los protagonistas. La nostalgia se hace patente en la obra como el recuerdo de un pasado que es parte imborrable de la vida. Y con sus luces y sus sombras, los personajes van tomando forma, reforzando sus perfiles. Desde Ángel hasta Antonio, desde los “buenos” hasta los “malos”, cada uno de ellos es fantástico, con volumen y profundidad; único. Una pieza más del puzle que va encajando como un engranaje sin fisuras.

Junto a ellos, presenciamos ricas anécdotas llenas de emoción y empáticas. Por unos momentos, nos sentimos como si tuviéramos delante a nuestros abuelos contándonos sus “batallitas”. En cada página de El viaje de la memoria, Miguel Carrasco nos transmite la misma familiaridad presente en la historia. Y no solo eso, ya que también llegan hasta nosotros las amenazas, las persecuciones, la rabia y la impotencia de aquella guerra. Así, nos hallamos inmersos en la lectura. Sin dejarnos un detalle, nos perdemos por las páginas, llenas de bellas y precisas descripciones, y de diálogos tan espontáneos como hipnotizantes. Apenas hacen falta unas líneas para vernos en el centro del relato, para descubrirnos debajo de la lluvia como Ángel. Sentimos los miedos, las preocupaciones, la inquietud de los personajes. Porque es parte de nuestra historia también, de nuestros exiliados, de nuestras familias.

Precisamente, nos encontramos en la posición del protagonista, nuestro narrador. De esta manera, siempre se produce una situación de suspense. Conocemos, reflexionamos y hacemos conjeturas con Ángel, por lo que el relato invita a quedarse y a ponerse el traje de detective. El viaje de la memoria tiene los ingredientes principales de un drama y una novela policíaca, dando lugar a una mezcla irresistible.

Esta obra de Miguel Carrasco enseña las pautas para vivir con sinceridad y honestidad, pues el pasado no se puede eliminar y hay que hacer frente al dolor que conlleve. Pero también nos recuerda que el arte es una manera más de entender la vida, una forma de expresión para transmitir un perdón, el amor, la culpa… Todos los elementos confluyen con tanta verdad, realismo y ternura que, poco a poco, ese claroscuro convierte la historia en un cuadro de Louise: lleno de matices, de colores vibrantes. Y, como tal, es imposible apartar la mirada.

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