Reseña ‘El vigilante del amanecer’, de Eric Oms

La vida es un compendio de emociones, recuerdos, anécdotas, momentos que consiguen tatuarse en el propio tiempo, siempre tan alocado, escurridizo e imparable. Y esos instantes tan especiales, a su vez, disponen de escenarios, de olores, de una banda sonora propia y, sobre todo, de unos protagonistas. Porque somos el camino que vamos dibujando con nuestros pies, pero también estamos hechos de la sonrisa de un amigo, el abrazo redentor de una madre o el cálido beso de ese alguien especial. Somos personas chocándose constantemente, irrumpiendo en el mundo de los demás. El autor Eric Oms nos desliza a través de esta idea en su obra El vigilante del amanecer.

Autopublicar un libro, como el de Andrés Salvatierra, implica presentar a un historiador que trabaja como directivo en una gran empresa que verá cómo toda su zona de confort y su tranquila existencia se empezará a desquebrajar al conocer al exsargento del ejército Arturo Forner. Aunque para este las cosas tampoco se presentarán fáciles, ya que, cuando piensa que su único quehacer es decidir si ahora será guardabosques o detective privado, un reencuentro con la ahijada de Salvatierra trastocará la apacible nueva vida del militar. De esta manera, contemplamos cómo el observador y calmado historiador entra en conflicto con un despreocupado y descarado Forner que guarda el espíritu de los viejos rockeros.

No obstante, lo más llamativo del libro de Oms no reside únicamente en el atractivo de viajar junto a dos caracteres que son como el agua y el aceite, sino que lo más novedoso y chocante se encuentra en su forma tan particular de narrar esta historia. A diferencia del resto de novelas de género policíaco, casi siempre contadas por un narrador omnisciente que deja actuar a los personajes y que ofrece al lector diferentes fuentes de informaciones, en El vigilante del amanecer el público descubre al propio Andrés Salvatierra dirigiéndose hacia él en una suerte de terapia o, más bien, en la búsqueda de una mano amiga. Así pues, Oms presenta a un trastornado historiador loco de celos que cree que su esposa y Forner tienen una aventura, por lo que decide espiarle; hecho que convierte en partícipe al lector, apelando a la empatía, llamando a su puerta para que él también formule conjeturas y se plantee nuevas preguntas. Esta no es una novela negra común en la que el factor escabroso o criminal acaba nublando el verdadero sentido de la obra, sino que el autor va más allá, explora el trasfondo de los personajes perfilándolos con soberbia para golpearlos y hacerlos estallar, dejando al lector con ganas de conocer más. Nos hallamos ante una lectura construida a medida para todos aquellos amantes de lo atípico, lo diferente; para aquellos exploradores de mundos que buscan huir de los paisajes trillados de siempre.

Por último, cabe destacar la fuerte presencia de los personajes femeninos, en especial, de Beth, la ahijada de Andrés Salvatierra, y la niña que la acompaña, Lara. Ambas son piezas fundamentales en la travesía de los protagonistas, conectándoles, consiguiendo que sus fronteras se rompan, poniendo todo del revés –o del derecho, según se mire– y haciéndoles reflexionar, como El vigilante del amanecer pretende, sobre las cosas verdaderamente apasionantes e importantes. Citando una nota de la propia Beth: “La vida es un misterio a descubrir y a disfrutar, no es un problema a resolver”.

El vigilante del amanecer