


La definición clásica de la literatura fantástica ―abreviada― manifiesta que el género fantástico quiere, o intenta, recuperar las metamorfosis clásicas y los esquemas mitológicos del pasado para provocar el estremecimiento de lo desconocido. Movilizada más por la fascinación de lo incierto que por lo cierto, por el estado salvaje que por la naturaleza cultivada, lo derruido por la construcción ejemplar. En esa evolución se reivindica el sentimiento, el instinto y la emoción ante una sociedad para la cual lo fantástico era todavía una posibilidad.
Naturalmente, a partir de esta definición como marco teórico, la literatura fantástica, ha tomado distintos caminos que se alejan más o menos a este principio, pero lo que es seguro que pocas veces ―después del tecnicismo de la década de los 80― es posible percibir una obra en toda su magnitud fantástica. Digamos: en su naturaleza más pura.
Y sin embargo, al leer Letargo, la primera entrega de la Saga Divano, de la joven escritora española Jessica Galera, tuve la sensación de una regresión a lo clásico. Una historia sin atajos narrativos ―muchos autores lo hacen, simplemente, para saltarse la complejidad de crear o recrear un mundo― y con la suficiente cuota de imaginación para convertirlo en un referente.
Con el frescor de historias como La Historia Interminable, Letargo se compone de mundos. Mundos dentro de otros mundos, como el de Tayra que se paraliza de pronto a causa de la muerte de su partenaire Alex en un fatídico accidente de coche. Ese es el disparador inicial ―la cólera de Aquiles, la pena y el regreso desde la guerra de Odiseo― , el viaje por el cual todo lo, anteriormente a ese episodio ―el pasado―, que quedó por decir y por hacer cobra especial significación con la aparición de tres extrañas personas que afirman ser ángeles ―el giro, la aventura― en buscan el alma de uno de los suyos ―la venganza―, reencarnado en un humano al que han de hallar antes de que un caído lo haga.
Nuevamente el punto clásico que enmascara la obra, que la apuntala y la complejiza. En ese devenir de acontecimientos, la vida de Tayra ―como la de Hércules o la de Horacio― se ve envuelta en un torbellino de dudas y el caos. Aunque, a su vez, por fin es capaz de hallar una explicación a las misteriosas presencias que la acechan desde hace tiempo: gracias a Asalian, Diorah y Deos conocerá el desorden entre mundos que provoca la posibilidad de pasar de una dimensión a otra.
Letargo es una novela estrepitosa, repleta de tensión ―como corresponde al género― donde los desconocidos pueden ser amigos; los amigos, desconocidos y los muertos seguir con vida. En ese contexto, Tayra se verá obligada a poner su vida en manos de los tres y sin embargo, la atracción incontenible que Deos ejerce sobre ella topará de frente con su amor incondicional por Alex, arrastrándola de lleno a la Guerra Ancestral entre el bien y el mal, una batalla tan antigua como sus propios sentimientos.
En ese escenario, Letargo arrastra un problema irresoluble: es demasiado adictivo para ser una trilogía y al final del primer tomo uno se sentirá vacío aguardando en soledad la furiosa aparición de su continuación…
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