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Reflexiones sobre la Naranja Mecánica (1971) Reflexiones sobre la Naranja Mecánica (1971)
Reflexiones sobre la Naranja Mecánica (1971) Procuraré con estas líneas hacer un abordaje respecto a ciertos tópicos planteados en la Naranja Mecánica, cuyo guión resulta... Reflexiones sobre la Naranja Mecánica (1971)

Reflexiones sobre la Naranja Mecánica (1971)

Procuraré con estas líneas hacer un abordaje respecto a ciertos tópicos planteados en la Naranja Mecánica, cuyo guión resulta una adaptación de la novela homónima de Anthony Burgess por parte del reconocidísimo cineasta Stanley Kubrick. Resulta ocioso elucidar las virtudes que han llevado a esta película a convertirse en una de aquellas que podríamos considerar, sin temor a equivocarnos, como de visionado obligatorio para cualquier amante del cine. Es harto conocida la capacidad que tiene el mentado cineasta estadounidense para llevar a imagen la expresión de sus ideas, sumando a ello una estética sui generis, en la que se destacan la utilización de planos secuencia, los que conceden al espectador ciertos espacios que invitan a la reflexión.

Las performances de las actuaciones son beneméritas de los más grandes elogios, en particular, la lograda por Malcolm Mc Dowell quien venía de tener un par de años antes una importante labor en la película If… de 1969, oriunda de su país de origen (Reino Unido) y que se alzó en su momento con la Palma de Oro en Cannes. Sabido es el elevado nivel de exigencia al que solían ser sometidos los colaboradores que trabajaban con Kubrick, quien con un fuerte temperamento llevaba adelante el manejo de sus actores para el cumplimiento de sus obsesivas ideas, las cuales iban dirigidas en pos de obtener la mayor veracidad posible en cada escena que rodaba. El uso de la música es sencillamente impecable. Es invalorable la fuerza que aportan a las escenas (en especial las de ultraviolencia) las obras de música académica (mayormente Beethoven), interpretadas por Wendy Carlos, abocando estas composiciones imperecederas a una finalidad bastante alejada de aquella que eventualmente tuvieron en mente los grandes compositores a quienes aquellas se acreditan, pero que a pesar de ello resultan totalmente atinadas para alcanzar las finalidades pretensas por el realizador. La puesta en escena y la elección de vestuario resultan de vital importancia para otorgar a la película su estética futurista, siendo contribuyentes esenciales a la hora de la catalogación de la misma dentro del llamado cine de culto.

Intentaré de ahora en más ahondar en el contenido de la obra. Si bien pueden realizarse múltiples lecturas sobre el film, de manera meramente enunciativa, tomaremos sólo algunas para así proceder a desarrollarlas de manera más acabada. La historia cumple perfectamente el rol de movilizarnos tras la generación de preguntas sobre las vicisitudes que van aconteciendo y sobre las cuales podremos ir obteniendo ciertos atisbos de respuestas a partir de las vivencias del personaje principal, Alex DeLarge, quien por vía del recurso de la voz en off va narrándonos de modo subjetivo su evolución moral, la que podríamos sintetizar como un ascenso y caída de quien está siendo sometido a un experimento psico-social. Uno de tantos interrogantes planteados radica en si es verosímil concebir el actuar del ser humano, desde el enfoque que brinda la psicología conductista, comprendiendo a ésta como una disciplina que estudia el comportamiento del sujeto en relación con el entorno, entendiendo esta interacción a las maneras pertenecientes a otros campos de las ciencias, tales como la física o la química, estando por tanto, la conducta humana sometida a determinadas leyes específicas (lo que se conoce como el condicionamiento de estímulo-respuesta). El desarrollo de la película nos demuestra de qué modo una concepción tal, nos pondría frente a un dilema moral, el cual podría plantearse en los siguientes términos: ¿Es posible concebir ex ante determinados valores éticos como necesarios, supremos e inmutables? En tal caso; ¿A qué consecuencias nos atendríamos en el caso de que se alcance el cumplimiento de determinados estándares de conducta, por considerarse éstos como socialmente deseables? ¿Es conveniente “pagar” por ello el costo de suprimir la libertad de elección o el llamado “libre albedrío”? ¿Acaso podemos dejar en manos del “conocimiento científico” el dictaminado de tales pautas? Presumiblemente las consecuencias resultarían nefastas y la historia nos ha dado acabadas pruebas de ello…

El tema es de una complejidad inabordable por lo acotado del ámbito desde el que procuro brindar este parecer, pese a ello y con la mera intención de hacer llegar un punto de vista tomaré los riesgos que todo reduccionismo conlleva con el fin de lograr una puesta exposición de ideas que surgen de esta obra cimera del cine de los años 70. Éste tipo de planteos referidos al campo de lo psicólogico analizado en forma conjunta con el hilo temático de la cinta, nos llevarían a una factible relación con cuestiones de materia penal y criminológica, en lo tocante a determinar cuál es el fundamento último de legitimación para la aplicación de las penas. No pocas han sido las teorías que han pretendido dar dichos fundamentos, los cuales, oscilan entre dos grandes teorías, las llamadas teorías absolutas y relativas, para ello de modo somero y meramente introductorio, procederé a dar las pautas que dan sustento a dichas vertientes. Las primeras (absolutas) sostienen que la pena implica un fin en sí misma y su función radica en restablecer el daño causado por el infractor. Las segundas (relativas) en sus variantes por un lado prevencionistas general (que a su vez presenta dos versiones, una negativa, que hace hincapié en el factor disuasivos para eventuales infractores de normal y una positiva que focaliza en la expectativa de cumplimiento que los ciudadanos poseen ante la virtual violación de una norma por otro de los miembros de la comunidad) y por otra parte prevencionista especial, la cual se ve patentizada en mayor medida en el guión de la Naranja Mecánica y funda la aplicación de la pena en la búsqueda de que el delincuente no recaiga en la comisión de nuevos delitos, teniendo como finalidad lograr la resocialización del sujeto que provoca el daño socialmente relevante. Ésta última vertiente presenta dos tipos de efectos, el relacionado a la peligrosidad criminal, y la prevención especial en sentido estricto, concepto ligado íntimamente a las nociones de reincidencia y reeducación. Sobre la peligrosidad criminal, existieron variantes doctrinarias extremas que procuraron lograr una teoría del delito fundada en la búsqueda de determinados caracteres o patrones de conducta que permitían individualizar al sujeto criminal previamente incluso a que éste incurra en la actividad delictiva, siempre amparados en determinadas conceptualizaciones aportadas por el conocimiento científico. De más está decir, la funcionalidad que tuvieron tales teorías (prevencionistas especiales extremas basadas en la peligrosidad criminal) en la legitimación de todo tipo de atropellos a los derechos humanos.

El realizador con gran maestría logra exponer el proceso de selección del criminal, a partir de determinados caracteres que resultan indicadores de peligrosidad, como ser la violencia con la que actúa en la comisión del delito, la relevancia de los bienes jurídicos afectados, etc. Es digno de mención, el modo en el que la Naranja Mecánica, por vía de la utilización de un relato distópico, permite no sólo pensar en los virtuales abusos que pueden generarse a partir de la aplicación de determinadas disciplinas o doctrinas, que bajo el calificativo de científico, pueden llegar a encubrir determinados fenómenos de poder, funcionando como un modo de conmemoración de lo acontecido con los totalitarismos del siglo XX. Es digno de encomio la agudeza con que se logra explicitar el proceso de disciplinamiento, el cual se manifiesta a partir de los principio de vigilancia jerárquica (escena en el patio de la cárcel), castigo disciplinario (Alex resultado azotado por el guardia cárcel, ante determinadas irreverencias del recluso), examen (cuando el joven era sometido al proceso de estudio por los profesionales a partir de las prácticas audiovisuales) y panoptismo (nótese el plano cenital que se realiza por sobre la prisión, en una clara simbolización de la materialización de los demás principios anteriormente mentados) pudiendo encontrarse en cada plano, las pautas brindadas en la obra del filósofo francés Michel Foucault, Vigilar y Castigar. Finalmente, la cinta nos deja un final abierto, luego de que el sujeto delinquió, cumplió su condena (y su complementario sometimiento a experimentación), nos sitúa frente al siempre presente poder, representado en la figura del político, el cual es secundado por los medios de comunicación, en clara alegoría de la relación simbiótica de unos y otros (política y mass-media). Las figuras del político y los medios de comunicación, son de vital importancia para dejarnos entrever que es lo que para el autor de la obra resulta el delito, y su relación con el sistema político y social. Siguiendo nuevamente a Foucault, podemos sostener que existe una transmutación de las técnicas de la institución penal a la sociedad en su conjunto. Con ello, se genera “saber”, lo cual es condición necesaria para la aparición del poder. Consumado ésto, surgirán las categorías de anormalidad/normalidad, orden/desorden, locura, desviación, etc, para las cuales regirán sus respectivas instituciones de contralor. En este caso Alex funciona como un modo, estándar, gradación o patrón de anormalidad, el que siendo posteriormente propagado por los medios masivos de comunicación, consagran un proceso de creación/reafirmación del poder, que se generará a partir del fomento en los miembros del cuerpo social de una búsqueda por pertenecer a la gradación de normalidad, concretándose así la traslación de los mecanismos disciplinarios al cuerpo social, cumpliendo el ciclo que caracteriza lo atinente a la cuestión del poder en la sociedad moderna y que con inefable lucidez describió el ya citado Foucault.

La Naranja Mecánica es un film que goza de un prestigio que resulta totalmente superfluo recordarlo, tanto en su aspecto estético y formal como en lo relativo a la historia narrada basada en la obra literaria de Burgess. Resulta una película que ha logrado mantenerse perenne, llegando a públicos de diferentes características, gracias a los tópicos tratados que demuestran la clarividencia del narrador quien parecía adelantarse al mundo actual, mundo en el que paulatinamente se potencian y perfeccionan los medios de control social y dominación social, extremos que nos son revelados con una enorme perspicacia. El tratamiento que se realiza de la demostración de los métodos disciplinarios, resulta a todas vistas inconmensurable. Los paralelismos que pueden hallarse con la obra del maestro Foucault, la cual fue publicada años después de los escritos de Burgess nos hacen recordar una y otra vez la magnífica capacidad de “previsión” que adquiere la ficción en otros campos del conocimiento humano, y revalidan los dichos de Julio Verne, cuando nos dejaba en una frase una verdad harto confirmada en más de una ocasión “Todo lo que una persona puede imaginar, otras podrán hacerlo realidad.”

 

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