Editoralia
John Banville: Premio Príncipe de Asturias de las Letras 2014 John Banville: Premio Príncipe de Asturias de las Letras 2014
  «EL MAR« John Banville Editorial ANAGRAMA. Colección Compactos. Traducción de Damián Alou “Qué pequeño recipiente de tristeza somos, navegando en este apagado silencio... John Banville: Premio Príncipe de Asturias de las Letras 2014

 

«EL MAR«
John Banville
Editorial ANAGRAMA. Colección Compactos.
Traducción de Damián Alou


“Qué pequeño recipiente de tristeza somos, navegando en este apagado silencio a través de la oscuridad del otoño”.

Hoy se entrega el Premio Príncipe de Asturias de las Letras 2014 a John Banville y qué mejor excusa para repasar la que es tal vez su obra más famosa y sin duda la más significativa y reveladora de su estilo: El Mar.

La obra de Banville revela siempre capacidad narrativa, precisión, minuciosidad, detallismo, pero sus personajes suelen poner distancias, no se muestran abiertamente a nosotros ni a ellos mismos. O están vanidosamente seguros de sus historias, como el gran protagonista de “El Intocable” que, en plan perdonavidas, nos permite asomarnos apenas a su apasionante derrotero bajo su estricta guía y control, o son torturados personajes, implacables consigo mismos, que se castigan con calificativos y juicios que el lector no llega a compartir, como nuestro protagonista de “El Mar”.

Después de la muerte de su esposa, un hombre se refugia en el lugar de veraneo de su infancia y, mientras recuerda un episodio fundacional del abandono de la niñez, repasa sus recuerdos de entonces y sus relaciones afectivas presentes. Hasta aquí el planteamiento no es nada original ni sorprendente pero Banville despliega toda su maestría para describir minuciosamente algunos lugares y situaciones y para, casi mezquinamente, obligarnos a leer entre líneas la intrincada red de sentimientos que hay entre los personajes, a través de incisivas sugerencias, avaras pistas, y magistrales escenas.

Max Morden ha perdido a su esposa en una lenta y cruel agonía, aterradoramente conscientes ambos de que el fin era inevitable y ocultándose sin sentido todo aquello que los lectores podemos confirmar que existe entre ellos. La angustia que sentimos al ver lo que se están perdiendo de decirse antes de su forzada separación tiene una garra atroz. 

Por otro lado, leemos una descripción dura, implacable, a veces hasta cruel de su propia hija que no parece corresponderse con el amante padre que se puede adivinar y la solícita hija que intenta acompañarlo, y acompañarse, en ese duro trance para ambos.

Y también es implacable consigo mismo. Es un reconocido historiador de arte pero se considera un impostor, un arribista, un buscavidas y un incompetente. Y el lector vuelve a desesperarse por no ser capaz de reconocer esa condición en su protagonista.

El mar va y viene, sereno y plácido o furioso y feroz. Nos da y nos quita. Es instante único y eterna presencia. Hoy y ayer. Vamos y venimos. Y repasar lo pasado puede ayudarnos a entender el presente.

Personajes complejos, nada monolíticos, detestables por momentos y claramente reconocibles en cada uno de nosotros. No somos uno, somos miles. No hay buenos o malos, se hace lo que se puede.

“La felicidad era diferente en la infancia. Entonces se trataba tan solo de acumular, de coleccionar cosas –nuevas experiencias, nuevas emociones- y aplicarlas como si fueran relucientes azulejos en lo que algún día sería el maravillosamente acabado pabellón del yo.”

La escena del picnic es quizás la perla de la novela y la redime sobradamente de algún recurso efectista al final del libro, no muy logrado, tal vez por innecesario o por previsible.

Minuciosidad, detalles, introspecciones. Banville conoce los conflictos y los enseña descarnadamente y casi sin solución, como una disección o una autopsia cuyos resultados no llegan a plasmarse en el texto, pero que nos hacen reflexionar sobre el amor, sobre el tiempo (el perdido y el que aún puede salvarse), sobre nosotros y los demás.

Un intenso, difícil manual del dolor y una inteligente reflexión sobre la impotencia sentimental.

Prosa cuidada, frases como leyes, virtuosismo estilístico y placer narrativo: Banville.

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